Valeria quien fue profesora particular de Andresito, me
relata su experiencia como su educadora, considerando la severidad de la
parálisis en este niño de diez años. A pesar de su condición ella le conversaba
y lo sacaba de paseo.
Ante las intervenciones
de la profesora, las respuestas del niño hacia ella eran de agrado, desagrado o
simplemente a veces no le mostraba una respuesta facial, a veces parecía tan
estático en su estado que costaba creer que tuviera gustos y los cambiara
acorde a situaciones diferentes. Así se percató la profesora, pues después de
leer un libro de la madre de Andrés, donde señalaba que a él no le gustaba el cariño
en la cabeza ni que le acariciaran el pelo.
En sus salidas a pasear,
Valeria hizo que pasaran con Andrés en su silla de ruedas por debajo de árboles,
que con sus ramas rozaban sus cabellos a esto él demostraba agrado ante esta
situación sonriendo.
Desde estas experiencias en directo con la
naturaleza, Andrés mostró un cambio que más allá de su aparente esteticidad, no
solo le agradó el cariño que le brindaron las ramas, sino también desde aquel
entonces recibió con agrado el cariño en el cabello.
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